viernes, 24 de octubre de 2008

Uno de mis cuentos: Zumbido.

Es extraño que me despierte a las tres de la mañana. No suelo hacerlo.

Quienes si lo hacen conocen perfectamente el zumbido.

No es un zumbido como tal, a mí en lo personal me pareció el ruido de maquinaria pesada, lejana y enorme. A veces lo oyes y crees que es un avión que pasa, o un trailer que intenta acortar camino cruzando el vecindario por las calles más lejanas de ti. Pero cuando ves que transcurren los segundos y el ruido no desaparece, entonces sí te sobresaltas, ¿cómo rayos es posible que nadie lo oiga?

Y parece ser omnipresente: vas al baño, haces lo que debes hacer y lo oyes. Vas a la cocina por un trago de refresco o agua y lo oyes. Subes a la azotea para ver si te libras de él así, y de cualquier modo lo sigues oyendo. Y dicen que se oye igual de difuso y lejano en Iztacalco que en la Álvaro Obregón. Y al mismo tiempo. Podrías saltar de la Torre Mayor y seguirías escuchándolo después de morir.

Sólo se detiene cuando decide detenerse, como al cuarto para las cinco. Al menos a ésa hora se detuvo el día que me tocó escucharlo. El suelo se cimbró y pensé que pasaba un camión de carga. Entonces, todo se detuvo, el silencio regresó y me venció el sueño.

A los tres cuartos de hora desperté de nuevo, pues la vibración resultó mucho más fuerte. Tengo la seguridad de que no fue un sueño, porque me golpeé un dedo del pie con la cómoda al intentar asomarme por la ventana. Es ahora cuando siento que no debería mencionar esto, pero... bueno, han estado asfaltando la colonia últimamente, y hoy por la tarde pusieron el chapopote fresco en mi calle. Cuando me despertó la segunda vibración y sentí el estremecimiento, entre que me levanté de un salto de la cama y corrí a la ventana no pasaron ni diez segundos. Y entonces vi lo que me ha estado perturbando desde entonces.

Una huella profunda en el chapopote fresco y aún tibio, de unos veinticinco metros de largo y casi ocho de ancho. Abrí la ventana mirando en todas direcciones, pero lo que fuera que dejó aquella marca descomunal desapareció a una velocidad increíble pues en toda la calle no vi nada. Pensar que soñaba protegió mi cordura, mientras intentaba inútilmente convencerme que había visto demasiados episodios de Evangelion

Al día siguiente me despertó un sonido más prosaico: el de la aplanadora. Tenía la plena seguridad de que los asfaltadores habían terminado su trabajo ayer. Inexplicablemente el operador de la aplanadora había regresado y le daba una segunda pasada a su obra maestra del día anterior, pero, si ayer había quedado bien la calle, ¿por qué regresó?


No supe explicármelo, como no supe explicar el sueño de Everardo, aunque no dejo de creer que es una jalada o un intento inconsciente de explicar el zumbido. Soñó que se asomaba por la ventana y veía una cosa oscura y enorme arrastrarse por la calle flanqueada por una multitud de personas vestidas de negro, que dejaba tras sí un rastro como de baba y sangre coagulada, que varias de ésas personas se ocupaban de lavar con escobas y cubetas de agua para que no quedara ningún rastro de la cosa enorme y negra, como de cinco metros de alto. Aunque la cosa que él vio en su sueño es pequeña comparada con la huella que yo vi aquella madrugada, sin mencionar que su criatura se arrastraba lentamente, y la que dejó la enorme huella avanzaba caminando (¿caminando?) a una velocidad de miedo. Everardo soñó, yo vi. Esa es la diferencia, supongo, aunque me destantea lo de las personas vestidas de negro. Y es que el día de la huella enorme, había un tipo vestido de negro parado en la esquina y recargado en el poste. Lo alcancé a ver de reojo y tal vez también me vio a mí, porque dio media vuelta y siguió las huellas corriendo.

No sé, como que me pegó un ataque de paranoia, igual y lo de la huella lo soñé, pero no podría asegurarlo.


Ya son varias las personas que oyen el zumbido: veladores, gente que anda en los antros, taqueros, panaderos, personas así. Todos concluyen en que, lo que sea que produzca el zumbido, siendo enorme se las arregla siempre para no ser visto. Nunca pasa por las avenidas grandes, prefiere avanzar por callecitas desiertas a ésa hora.

Ahorita acabo de oír una noticia rara en la tele: nos estamos quedando sin indigentes y sin niños de la calle. El gobierno presume mucho de los programas sociales que les brinda y de que los rehabilita. Algunos si se rehabilitan.

Otros simplemente desaparecen en la noche.

Y, cuando se nos acaben los vagos, ¿qué va a suceder?


Volví a ver al sujeto de negro. Fui a traer pan y entonces lo vi, con otras dos personas, tocando el timbre en mi edificio. Alcancé a escuchar cómo le dijeron que había salido, pero parece que él no escuchó y se estiró para pedir que repitieran la respuesta.

En ése momento, pude ver un arma bajo su saco.

Entré en cuanto se fue. Este lugar ya no es seguro. Metí lo indispensable en una maleta, la laptop en otra y salí de allí. No he vuelto.


Estoy en un hotel de Tlalpan. El dependiente se extrañó de verme alquilar un cuarto sin traer una pareja, pero no le irá con el chisme a nadie, creo. Sería malo para el negocio. Sobre Tlalpan no se oye el zumbido, igual y estoy a salvo.

Hay que grabarlo en video o sacarle una foto. No tengo cámara, ni digital ni de la otra, y ahora sí lamento no haber cambiado mi ladrillote por un teléfono celular más moderno y equipado con cámara. Pero hallaré el modo de saber qué es lo que produce el zumbido. En el cuarto hay conexión a Internet, para bajar videos para adultos, supongo, pero a mí me sirve porque te puedo enviar los mails con lo que he investigado. No los veas en tu casa, mejor chécalos en algún cibercafé que no esté cerca y donde no te conozcan. ¿Me prestas tu cámara? Me harías un favor enorme. Ojalá pudieras hacerlo. Después paso a pedírtela, yo te llamo después y te digo dónde nos vemos.


Vengo corriendo porque me escapé de los tipos de negro. ¡Pude grabarlo! ¡Dios mío, que cosa más impresionante y espantosa! Al principio no se veía bien lo que era pero cuando ajusté la visión nocturna ya lo pude ver bien. Lo malo es que estos tipos me vieron filmarlo y vienen detrás de mí, me acabo de asomar por la ventana y los vi entrar al hotel, pero no importa, porque he conseguido grabarlo y aquí te mando el video con éste mail.

Oigo ruido afuera. No me importa. No importa nada ahora, ¡NADA, salvo que el mundo entero tiene que saber que el zumbido que todos escuchamos por las noches es producido por

No hay comentarios:

Publicar un comentario